...¿Hasta dónde te permitís volar?...



viernes, 26 de noviembre de 2010

Ronda de Historias (parte IV)

¿El mate para cuándo?- pregunta Mar.
-¡Bancá, vieja!- Seba ya está harto de que le modifiquen la ronda cada dos por tres. No tiene la culpa de saber cebar. No le molesta, pero no se lo dejan pasar. Si hay mate, él prepara. Y ceba. Y busca agua. Y encima se dan el lujo de mezclarle la gente, como para que gire tranquilo. -Le toca a Pablo. Después vas vos.


-Pero metele, Pali, que tengo la garganta echa un cubito.


Pablo deja la guitarra y la mira con cara pícara, su especialidad.


-Si querés te la abrigo, linda- Jajaja, risas generales, el mate de un trago (se quema hasta el estómago) y cara de ¨Este gil se me hace el langa ¨ de parte de Mar.


Él vuelve a su rock, es lo único que lo llena. Total en casa ya nadie le da bola. Total en el laburo en cualquier momento lo echan. Total a la facultad va a hacer sociales más que nada, sus notas están más bajas que su autoestima. Ni siquiera éso le queda. Su música lo salva, lo eleva, es su nueva droga. Las demás le hicieron perder todo, así que las fue dejando de a poco. Le quedaron pocos amigos de esas épocas, y la verdad es que no son tan divertidos sin humo de por medio. Y siempre andan volados, así que no lo ayudan mucho a salir. Más bien al contrario.


El cigarrillo no lo puede dejar todavía, pero hace esfuerzos. Se concentra en la viola y deja caer un par de acordes. Está componiendo un tema, pero le falta inspiración. Necesita un poco de luz, un poco de aire, un poco de verde para prenderse, pero el tiempo no lo ayuda. Si saliera el sol un rato, capaz, pero las nubes de mierda lo deprimen. Se deja ir un poco y saca un pucho del bolsillo de la camisa de jean.


Llega Mati corriendo y se lo saca de la boca antes de que lo prenda.


-Uh, gracias, así no abro el paquete, jaja- Lo prende y en tres pitadas casi llega al filtro. - Y no me mirés así, sabés que te estoy haciendo un favor.


Le cerró la boca. Se ríe, pero sabe que es verdad. Y sabe que es un hipócrita, porque es lo que todos le dicen todo el tiempo. Últimamente fuma mucho. Igual es sólo cuando está nervioso. Los parciales, contesta si le preguntan porqué. Mentira, le dice la voz en su cabeza. Si lleva dos años cursando ya, siempre las mismas materias, los mismos temas: a esta altura, los parciales le pasan por el costado. Pero es muy pronto para hablar de lo que le preocupa en serio, sobre todo si Lore hace lo que piensa hacer. El tema es si ella habla. Si se entera la vieja. Él sabe que nunca lo quiso, y desde que cortaron, agradece que no lo va a tener que ver más. Mejor para él. Pero si la otra no se pone los ovarios y toma la puta pastilla, está hasta las manos. Prende otro cigarro. No tiene laburo, no tiene carrera, en cualquier momento los viejos no lo bancan más y ahí te quiero ver. No tiene ni veinte años, no tiene dónde parar, no puede hacerse responsable ni de él mismo... ¿Cómo pretenden que cambie por una vez que se manda una cagada?
Entre la nube gris del fumo de Mati, Fabi se despereza. No durmió nada.


Me quedé estudiando, dice, y hace ojitos para que entiendan que es mentira. Todos se ríen y sospechan qué se quedó haciendo. Es el lindo del grupo, hasta los pibes lo reconocen. Facha le dicen cuando no está, porque a él le molesta. Todos saben que se debe haber quedado en lo de una de sus chicas, o en lo de otra piba cualquiera. Saben que gana con una miradita nomás. También saben que lo que menos hace en una cama es dormir. Pero Fabi no aclara, deja que piensen lo que quieran. Le da vergüenza que sepan. Por lo menos por ahora.


Estuvo despierto hasta las seis de la mañana en frente de la computadora. Por fin la había vuelto a ver.


Ile vive en Mendoza, pero para él está a la vuelta de la esquina. O eso quiere pensar. Está enamorado. Cómo, no tenía idea. Era algo que había pasado, se había dado naturalmente. La conoció de casualidad, en un boliche, en sus tiempos de pirata, y le dio vuelta la cabeza. Le pidió un teléfono, algo donde poderla encontrar, no quería que se hiciera pizza después de esa noche... Ella le quiso advertir, que estaba lejos, que no viajaba seguido, casi nunca, la verdad, que no iba así la mano para ella, que tenía novio en su ciudad... Pero él ya estaba jugado. La quería volver a ver, y no le importaba nada más. El mail consiguió sacarle, pero ni un teléfono ni una dirección, no sea caso que el pibe flashee y te aparezca un día en la puerta, flaca. De esto hacía tres meses, tres meses en los que ella dejó al novio, se instaló la PC en su cuarto y se perdió por el pibe de Buenos Aires. Y ahora, con mucha alegría, se había comprado la cámara y se habían quedado toda la noche mirándose a los ojos, con ganas de comerse la boca, con ganas de acariciar las mejillas del otro, frente a frente a cientos de kilómetros de distancia.


Se calla, no cuenta. Que todos piensen que es el mismo de siempre, que sigue de joda, que es un campeón, que no se enteren que se le quema el alma por la piba del interior, la que está lejos, la que no viene, la que no ve, la que fue una noche y nada más.



(...)

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