...¿Hasta dónde te permitís volar?...



jueves, 6 de mayo de 2010

Historias de bar (fragmento)

por Galu Fernández y Cande Lunita.
...Los días pasan, ella se olvida de él, ese tema ya no ronda su cabeza.

Es de mañana, suena el despertador, es hora de irse. Toma sus cuadernos, un par de lapiceras, su atado, el mate, la mochila y así se va, tranquila, desayunando en el camino. Llega por fin, se sienta: clase de filosofía.

Está muy dispersa, tiene una intuición, algo va a pasar, bueno, malo, no sabe, pero algo va a pasar. El profesor presenta a un alumno nuevo, viene de lejos, del sur, se le sienta al lado, ella poca importancia le da, está perdida en su mundo, a nada le presta atención, sola en su burbuja, pensando en aquella intuición…

Suena el timbre, se va, camina, escucha música y fuma, siente que alguien va a su compás detrás de ella, de repente le tocan el hombro, se da vuelta… lo conoce, de dónde no se acordaba, pero lo conoce.

-¿Te puedo pedir un cigarro?

-Sí, claro… tomá…

Se engancha de vuelta el auricular y sigue caminando.

-Espera… me parecés conocida… ¿No nos vimos alguna vez?

-No sé, podría ser… o soy muy común, todos me confunden con alguien.

-No, yo no te confundo, sos la chica de la mirada triste, ¿Te acordás de mí?

-No, y no soy de mirada triste.

-Sí, sos vos, estoy seguro. Estabas aquella noche, yo me acerqué, te pedí un cigarrillo y te dije que no llores... me tiraste una mirada media fatal y sentí que me tenía que ir…

Se queda sorprendida, era la última persona a la que esperaba encontrarse, y menos se esperaba que él la reconociera… Todo se detiene, el mundo se detiene para ella, lo contempla, como con miedo pero con intriga.

-¿Qué querés de mí?

- Curar tu dolor.

Ella le sonríe sarcásticamente: -No necesito ningún médico, ni siento dolor, gracias… lamento arruinarte el plan de arruinarme como todos. Adiós.

Se calza de vuelta el auricular y se va, prendiendo otro cigarrillo y dejándolo atrás.

-Idiota. ¿Qué le hace pensar que estoy mal? ¿Qué le hace pensar que lo necesito? Yo no necesito a nadie, menos a un hombre…- dice para sus adentros.

Sigue caminando, ya no tiene ganas de pensar en nada.

La vida no le sonríe estos últimos días. Siente como si caminara al costado, como si se mirara desde afuera. El vacío que tiene no lo puede llenar con nada, ni sus amigos, ni su familia, ni la música tienen ya el mismo significado. Ni siquiera la paz de la soledad es igual.

Tiene todo a su favor, y aún así… algo está mal.

Pasa por la puerta de su casa. Toma la llave automáticamente y frena.

No siente ganas de entrar.

Vuelve a guardar el llavero, con dificultad por las cosas que lleva encima, y da media vuelta.

No sabe a dónde va, no sabe qué busca...

Ni siquiera está segura de estar andando, sus pies la llevan como elevada. Automáticamente enciende otro cigarrillo. Se lo lleva a la boca, y antes de que pudiera darle dos pitadas, lo tira.

Tampoco sirve.

Agarra una calle más o menos vacía, lejos del sonido ensordecedor de la avenida.

Necesita despejarse, la nebulosa de la nada tomó su cerebro y no puede pensar…

Camina sin mirar hasta que llega a una plaza.

Duda y se sienta en un banco. Maniobra como puede con los bolsos y se rinde. Mira incómoda a su costado y grita para sus adentros.

Tira la mochila sobre el césped mal cortado y pisoteado y se sienta con ella. Quizás el verde la libere un poco.

Siente una gota en su mejilla y se da cuenta de que empezó a llover.

Cuando la gota roza su labio, también se da cuenta de que estaba llorando otra vez.

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