Erica sale de la clínica radiante. Está más feliz que nunca. Se siente plena, se siente completa, se siente llena de una vida que no le es propia.
El sol le pega en la cara, pero su mirada tiene más brillo que el que refleja. Ilumina a cada paso.
Llega hasta la parada del colectivo y ve que acaba de irse uno. No le importa. Sonríe. Lo piensa dos segundos y se va caminando. El día está demasiado hermoso para perderlo sentada en un bondi.
Cruza una, dos, tres cuadras, sin dejar nunca de sonreír. Contagia alegría.
Se acaricia la panza, sabe que su vida está por cambiar de una manera increíble.
Se compra un helado de un cuarto y busca un banquito en la plaza para sentarse. Limón y dulce de leche se empiezan a mezclar en el vasito de telgopor mientras ella piensa.
Mira a la gente alrededor, los chicos que juegan...
-¡Solange, dejá a tu hermano en paz!- grita una madre en el arenero. La nena sigue tirando abajo el castillito de un chiquito y la señora agrega: -¡Ei! ¡Basta! Brian, vení acá, dejala que juegue sola. - El nene, obediente, a su encuentro.
Erica se queda pensando en los nombres... ella usaría algo más argento, algo que sienta como propio. Malena, para que cante el tango, o Dolores, para que Los Piojos le canten a ella. O Diego, si fuera varón, para que patee como los dioses.
Pasa una nena que apenas camina con una remera fucsia. Se queda mirándola, agarrada del banquito, y Eri lee las letras blancas: “Linda como mi mamá”. Se ríe y se imagina una beba con esos ojazos cafés que juega con un peluche mientras ella la viste. No deja de sonreír, pero se le asoma una lagrimita.
La madre se lleva a la nena y Erica se levanta y sigue caminando. Falta poco para llegar a casa y todavía no pensó cómo se lo va a decir a Gabi.
Abre la puerta del depto y lo ve sentado a la mesa, son un café y unos papeles. Él ve su sonrisa y sabe que todo salió bien. Le sonríe de vuelta y le pregunta:
- ¿Qué te dijo el traumatólogo? ¿No era fractura nomás, no?
Mientras Gabriel habla, Erica deja la cartera y las llaves y se le sienta a upa. Le da un beso y le dice al oído:
-No, tontito, tenías razón vos.- Lo mira a los ojos y agrega: -Ah... me llamaron... Dicen de la agencia de adopción que pasemos mañana. Nos aprobaron. Vamos a ser papás.
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